jueves, 28 de mayo de 2020

LEYENDA

Al sonar el timbre. 



Hoy en día es muy común que los niños vivan con uno de sus padres, pues las tasas de divorcios se han duplicado durante las últimas décadas. Esta leyenda de terror inicia en una noche de abril cuando Fernanda veía un juego de fútbol al lado de su padre.
«Interrumpimos esta transmisión para informarles que de acuerdo con la redacción de este canal hace unas horas se escapó un enfermo del hospital psiquiátrico. Les recomendamos no salir de sus casas, ya que este individuo es extremadamente peligroso. Si tienen alguna información sobre su paradero, por favor comuníquese a esta estación».
– Papá, tengo mucho miedo. Te pido que por favor esta noche no salgas a trabajar.
– Hija, no puedo hacer eso, soy velador. Además en este mes ya he faltado dos veces puesto tú te enfermaste la semana pasada. Si lo vuelvo hacer, es probable que me corran y entonces tendrás que vivir con tu madre hasta que vuelva a encontrar otro trabajo.
– No papito no quiero irme con mamá. Comprendo lo que me dices, pero por favor ten mucho cuidado.
– Sí Fer, no te preocupes, cerraré la puerta incluso con la cadena. Sólo debes prometerme una cosa… ¡Pase lo que pase, no te acerques a la puerta aunque oigas sonar el timbre! ¿Me lo prometes?
– Claro papi. ¿Pero qué pasa si hay un incendio?
– Ya lo sabes, hay un duplicado de las llaves encima del refrigerador, pero únicamente debes usarlo en caso de que ocurriera algún siniestro.
La niña de 11 años le dio un beso de despedida a su papá y se dirigió a su habitación a seguir viendo la televisión. Una vez más puso el canal de noticias, en donde se enteró que el desquiciado del manicomio continuaba suelto.
«Nos informan que el maniático que se fugó esta tarde se le vio cerca de la calle de los Robles».
El pavor invadió hasta lo más profundo del ser de Fernanda, ya que sabía que esa calle se encontraba a unas cuantas cuadras de su domicilio. Apagó el televisor y las luces para intentar dormir, pero no podía ni siquiera cerrar los ojos, pues inmediatamente pensaba en situaciones horribles en las que aquel maniático entraría a su casa y la asesinaría.
Cerca de las 10 de la mañana el sonido del timbre la despertó. Transitó por el pasillo que conducía a la alcoba de su padre y vio que éste no había llegado a su hogar. Llegó hasta la puerta y con voz temerosa preguntó:
– ¿Quién es?
A esta pregunta alguien con voz sombría y tétrica le respondió:
– Soy yo hija abre pronto.
La niña no hizo caso y volvió a su cuarto hasta que poco después escuchó las sirenas de varias patrullas que aparcaban a las afueras de su domicilio.
Una vez más se aproximó a la puerta y alcanzó a escuchar a uno de los gendarmes que decía:
– Métanlo en la camioneta y llévenlo de vuelta al hospital psiquiátrico. Trae una sábana para tapar el cuerpo, no quiero que los fotógrafos vean cómo terminó este pobre hombre.
Fernanda fue a la cocina, jaló un banco y se subió en él para alcanzar el duplicado de las llaves que estaban sobre la nevera.
Abrió la puerta y lo único que pudo ver fueron un par de camillas. En una de ellas se encontraba un hombre amarrado gritando incoherencias. Por otro lado, en la camilla más próxima reposaba el cuerpo sin vida de un hombre. Supo que era su padre, pues reconoció la esclava de oro que colgaba de aquel brazo lleno de sangre.

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MITO

Prometeo y el robo del fuego


Deméter era la hermana de Zeus y la diosa que vigilaba la tierra fértil y las plantas que crecían en la Tierra. Ella enseñó a los hombres cómo sembrar y cultivar el grano; así que los griegos la adoraron como la diosa de la agricultura. Cuando hacían cuadros o estatuas de ella, la representaban llevando racimos de granos y amapolas en sus manos.
Deméter tenía una hermosa hija joven lamada Perséfone —a quien amaba mucho— y a la que ayudó a cuidar el grano que los hombres sembraron. Cuando la semilla fue arrojada al suelo, Perséfone la vigiló y la guardó hasta que las diminutas hojas verdes salieron de la oscura tierra.
Un día la joven diosa estaba jugando con varias ninfas en una hermosa pradera. Allí crecían lechos de violetas y otras flores. Perséfone estaba recogiendo algunas de las flores más bonitas cuando, de repente, una gran abertura apareció de la tierra. De esta gran abertura salió un gran carruaje. La pobre Perséfone fue capturada y llevada rápidamente a pesar de sus gritos.
Cuando Deméter descubrió que le habían robado a su hija Perséfone, rompió a llorar y le inundó el dolor. Poco más tarde, encendió una antorcha y montó en su carro tirado por serpientes aladas, y durante nueve días y nueve noches buscó a su hija sin parar ni para comer. En el décimo día, el Sol le dijo que Zeus había capturado a su hija y se la había llevado al Inframundo para que fuera la reina de Hades —dios del Inframundo—. Deméter se enfadó mucho, se alejó de las casas de los dioses y se escondió en la Tierra, donde lloró durante mucho tiempo por su hija.
Un día la diosa estaba sentada al lado de un pozo, vestida toda de negro y con aspecto de anciana, cuando cuatro muchachas jóvenes se acercaron al pozo para sacar agua y se entristecieron de ver a la anciana. Al verla tan triste y sola, se la llevaron su casa junto a su madre. Ellas no sabían —por supuesto— que esta anciana era una diosa.
Todos eran muy amables con ella, y la madre mantuvo a Deméter en casa para que cuidara de su hijo pequeño. El niño le recordó tanto a su hija perdida que se encariñó mucho con él. Deméter deseaba hacerlo inmortal como los dioses, para que nunca envejeciera ni muriera; y por la noche, cuando todos los demás estaban dormidos, puso al niño en el fuego para quemar su parte mortal. Pero una noche la madre del bebé les observó, y gritó en voz alta cuando vio a su pequeño hijo en las llamas. Eso rompió el encanto, y a pesar de que Deméter no pudo hacer inmortal al niño, hizo que creciera y se convirtiera en un gran y buen hombre.
Mientras Deméter seguía buscando a su hija, no había nadie que cuidara del grano. La semilla que estaba plantada en la Tierra no crecía; y aunque los hombres araban y araban, nada funcionaba. Zeus se dio cuenta de que, o convencían a Deméter para que se ocupara de nuevo del grano, o la raza de los hombres moriría. Así que envió a los dioses, uno tras otro, para rogar a Deméter que volviera al Olimpo. Pero ella se negó a menos que le devolvieran a su hija.
Entonces Zeus envió a Hermes al Inframundo a buscar a Perséfone. Pero cuando regresaron, se dieron cuenta de que ella había comido parte de una granada, o manzana del amor, mientras estaba con Hades; por lo que sólo podía ser devuelta a su madre durante una parte de cada año.
Después de eso, a Perséfone se le permitió vivir con su madre en la luz y el aire del mundo superior durante dos tercios del año, pero el resto del tiempo debía quedarse con Hades como reina del Inframundo. Cuando llegó la primavera, los griegos pensaron que era Perséfone regresando a su madre, y alegrando a toda la tierra con su presencia. Pero cuando soplaron los vientos invernales, y las plantas y las flores murieron, entonces, dijeron que ella había vuelto al Inframundo, y la Tierra quedó oscura y triste.

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